domingo, 28 de noviembre de 2004

OYE MAR


Sedúceme las penas al son de tus mareas.
Oye mar, bébete en mi pecho y ahógame el dolor.


No se vosotros, pero yo siempre regreso al mar cuando no hago pié en mi vida. Siento algo así como un “volver a casa”. Me siento en la arena y poco a poco pierdo la consciencia de persona y me integro en ese murmullo de olas.
Tal vez es una reminiscencia fetal, un eco de esas aguas maternas cálidas y seguras. No lo se, eso lo dejo para los psicólogos. Lo único que puedo decir es que cuando me pierdo, cuando dejo de verme, cuando todo parece derrumbarse a mi alrededor, el único castillo que permanece en pié está en mi playa, junto a mi mar.


Audio; Oye Mar...Chenoa (clica sobre foto)

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martes, 23 de noviembre de 2004

sábado, 20 de noviembre de 2004

DONDE LAS PALABRAS MUEREN

Image hosted by ImageHost.org A oscuras, en la frialdad de la soledad más absoluta escucho mis latidos y pienso…”Estoy viva”. Y me parece una mala broma esto de la vida. Nadie te consulta para nacer, te sueltan a este mundo y ahí te las apañes como buenamente puedas. Ya nacer es una mala jugada. De las cálidas aguas seguras te arrojan al aire helado de un paritorio cualquiera por angosto y asfixiante paso. En llegar te azotan y ese es el primer aviso de lo que te espera- luego no digas que no te advirtieron.
Y ahí estas tú, una oruga de carne desprotegida. Un cabezón enano, medio cegato y desdentado. Dependes de lo que otros quieran hacer de ti y contigo.
Sigue latiendo, sigo viva.
A menudo me pregunto qué nos impulsa a vivir. Quiero decir, cuál es el motivo de hacerlo por instinto. Muchas veces, tantas, demasiadas… la vida no es fácil ni compensa. Veo barbaridades a diario. No me hace falta leer periódicos ni saber de grandes masacres. Me enfrento a dramas personales disfrazados de “normalidad” en la mayoría de mis pacientes. Historias de sufrimiento y dolor pintadas en sonrisas de carmín y chistes fáciles. Pero ahí le andamos, echando hacia delante aun que nos cueste la piel.
Mil veces levanté esas máscaras, como levanto la escara de una herida para drenar y limpiar infecciones ocultas. Y mil veces me encontré con ojos abiertos de miedo, cubiertos por lágrimas secas y bocas cosidas con pespuntes de silencio.
Y esas bocas, como la mía, son cementerio de gritos, sepulcro de palabras calladas. Esas palabras sin voz que no se dicen por temor no se muy bien a que. Esas bocas que son el lugar dónde las palabras mueren.
Late… vivo.

Fotografia; "Shout" de Misha Gordin

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miércoles, 17 de noviembre de 2004

martes, 16 de noviembre de 2004

CARTA A LA VIDA

Hoy me rompo en silencios.
Y si tuviera cuerpo fuera arena
para escurrirme en tus manos
como el tiempo en las mías.
Que cada grano quebrara
hasta ocupar sólo un recuerdo,
y el recuerdo mermara
hasta tentar al olvido.

Hoy me rompo en vacíos.
Que para llenos de amargura,
te tengo a ti y a mi memoria.
Que si quisiera historia
no fuera la mía,
crónica de temores, memento de locura.

Hoy me rompo en preguntas que no tienen respuesta.
Que perdono el agravio de una infancia robada,
de los años grises, de ilusiones vetadas.
Pero no soporto la burla y tú…tú te ríes de mi, VIDA.


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jueves, 11 de noviembre de 2004

AUN QUE PAREZCA MENTIRA

Estoy muy muy indignada y para poder contar el porqué antes voy a definir mi postura respecto a algunos temas.
Ni como mujer abortaría, ni como médico practicaría un aborto.
Pero esa es mi opción. Una parte de mi moral. Y como toda moral es un código individual y privado, sólo aplicable cuando se escoge libremente.
Otra cosa es la ética, normas desvestidas de los conceptos del bien y el mal y regidas por lo correcto o incorrecto.
Cuando me enfrento a una persona, paciente o no, intento no olvidar que es la ética y no la moral lo que debe regir mis decisiones respecto a ella. Así que cuando una mujer (o niña, que también me ha pasado) acude a mi en demanda de ayuda con un embarazo no deseado, les facilito una dirección para que libremente escojan según sus circunstancias.
Y no las juzgo. No soy quien. Porque mi opción la tengo clara, no lo haría. Pero igualmente tengo claro que es una decisión intima y personal, determinada por muchas circunstancias que van más allá de un “marco moral o legal”. La mujer debería ser libre de tomar su decisión, siempre en el tiempo en el que no podemos hablar de vida sino de potencia de vida
Dicho lo cual, sobra decir que cualquier método anticonceptivo, bien hormonal (la píldora, la inyección mensual, etc) como los de barrera (condones ) o los DIU son algo que considero imprescindible en nuestras vidas. Que nos ayuda a equipar libertades (hoy la mujer puede disfrutar tan libremente de su sexualidad como el hombre). Que evita la transmisión de enfermedades potencialmente mortales y… por supuesto, embarazos no deseados.
Vamos, es algo que considero de sentido común. Pero por lo visto me equivoco.
Cual no será mi sorpresa cuando me entero de que en un pueblo de la periferia de mi ciudad (Quart de Poblet, en Valencia), de unos 35.000 habitantes no se puede comprar pastillas anticonceptivas.
Y no se puede porque una señora farmacéutica ( del Opus según me contaron) ha establecido algo así como un pacto con el resto de farmacias del pueblo para que en ninguna se dispensen.
No alcanzo a entender qué argumentos habrá empleado para lograr tal despropósito. Los que circulan por su cabeza para obcecarse en semejante estupidez ni me los planteo ni me importan. Pero no lo entiendo. Os juro que no lo entiendo.
Si no quiere tomarse anticonceptivos y tener 18 hijos, perfecto, es su opción. Me alegro, sobre todo si los puede mantener, que los índices de natalidad andan cojos. Pero con qué derecho se otorga a si misma la potestad de decidir cuando y cómo practican el sexo el resto de la población? ¿qué ocurre con las mujeres que toman anticonceptivos como tratamiento de dismenorreas y otras alteraciones ginecológicas?
En fin, si decidís visitar mi tierra y os alojáis en Quart… venid prevenidos.
Quedáis avisados.

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sábado, 6 de noviembre de 2004

LA SOGA

Mi bata blanca me pesó como nunca. Quisiera no ver, no saber. Renunciar a cuanto soy y vivir en la paz de la ignorancia. Cuánto duele esa mirada.
Una súplica de alivio buscando en mis palabras un hierro ardiente al que aferrarse.
Que amargas mis lágrimas. Esas, las secas, las que nadie puede saber en mis ojos.
Y no tengo consuelo, ni siquiera respuestas para este enfermo que me afecta.
¿Qué se le dice a un padre , mi padre, cuando te pregunta como médico?
Mi bata pesa.
Mi bata quema.
Mi bata hoy fue mi soga.

P.D.Disculpadme, pero no quisiera comentarios en este post.


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viernes, 5 de noviembre de 2004

SI ES QUE NO NOS EXPLICAMOS

Hoy como cada mañana, mi compañera y yo salimos a tomar un café. Empezamos el día con mal pié. Una analítica que no aparece, una empresa que no se hace cargo de un accidente, un paciente que desconoce su mutua, mis pacientes todos con prisas… Tal vez por eso acabamos tomándonos las cosas con calma y humor.
Xelo, mi compañera, se puso a recordar anécdotas de cuando ella trabajaba en el hospital universitario. Yo acabé llorando de la risa. Bueno, yo y todo dios que la escuchó. Os cuento.
Abuelito, el típico labrador que no ha estado enfermo en su vida, que acude al servicio de radiodiagnóstico con vía cogida (gotero sujeto a una especie de palo con ruedas). Radiólogo, el típico médico inexpresivo que no cambia de cara ni para estornudar. Xelo no ha sabido explicarme qué tipo de prueba le iban a realizar, pero la cuestión es que el señor debe de quedarse desnudo para hacérsela.
El radiólogo desde el cuarto de disparos le dice al anciano por el altavoz;
-Ahora, cójase los testículos y no respire- Voz inexpresiva.
El anciano mira a derecha… mira a izquierda… y todo decidido se agarra de la barra del gotero. Los auxiliares de rayos muertos de la risa pero el médico, tranquilamente le dice al anciano;
-Muy bien, ahora suéltese los testículos, cójase los cojones… Y NO RESPIRE!
Hecho real según Xelo.
Si estoy allí me ingresan con la mandíbula encajada.

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jueves, 4 de noviembre de 2004

VOCACIONES

Me recibe en la puerta, siempre con prisas. Y cada vez me maravillo al ver tanta vitalidad en una mujer de setenta y tantos años, los tantos muy largos. Ancha que no gorda, más bien bajita. Con esas formas rudas de las campesinas de antaño.
Contrasta su piel sonrosada, de un blanco suave y delicado. Ojos pequeños azul cielo que se mueven inquietos sin perder detalle.
No le cuadra el hábito. Siempre con las mangas arremangadas y mil bolsillos en un delantal imposible. Anda más encorvada que la última vez que la vi, pero su paso sigue siendo más rápido que el mío. Me cuesta seguirla por el laberinto de pasillos del convento.
Auxiliadora, que así se llama, me conduce hasta “su sala”, un estancia bien iluminada, alegre dentro de lo que cabe donde se hace cargo de las monjas más ancianas y las más enfermas. Atiendo la urgencia mientras ella me asiste con la habilidad de una enfermera. Sonrío mientras le digo – Hermana, sabes más medicina que yo. He venido por puro trámite porque mi trabajo ya lo hiciste tú.-
Ella protesta pero a media voz. Descubro una sonrisa entre vergonzosa y orgullosa.
No lo dije por halagarla, me admira esta mujer.-Hubieras sido un gran médico hermana-
A penas le digo, Auxiliadora gesticula negando-…No no… ¿que dices? Mi madre a penas tenía para comer, ¿cómo estudiar nada?-
-Vale, pero qué gran médico hubieras sido y no me digas que no. Yo se lo que veo- En mi mente el recuerdo de Auxiliadora cargando a una hermana dos veces mas grande que ella para aliviar unas llagas de decúbito. Auxiliadora rehabilitando articulaciones artrósicas. Auxiliadora … que bien le viene el nombre.
Se para a medio pasillo y me dice- Te cuento una anécdota. Cuando era chica a mi me daba todo mucho asco. Mi madre iba a casa de una vecina a lavarle las llagas en los pies. Era diabética ¿sabes?. Mi madre estaba enferma y un día me mandó a mi. Yo le dije que no, que ni soñarlo. Y sabes que hizo? Me dio un coscorrón… si, si, me atizó.-
Parada en jarras delante de mí, con un deje de rebeldía en su cara, esa mujer me estaba explicando como nació una vocación. La suya.
-Me agarró de las orejas y me llevó. No sabes cuando vi aquello. Salí corriendo, y mi madre detrás. Me arrastró hasta aquella habitación y me explicó cómo curarle sin hacerle daño.
-Pon el barreño bajo, me decía, y deja caer el agua sin tocar la pierna hasta que salga clara. Yo miraba el barreño sin atreverme a mirar la llaga, pero oía a la mujer llorar. Al final levanté la mirada y cuando acabé, ella me besó las manos. Aquel barreño cambió mi vida-
La he mirado sin decirle nada. Recordé mi propio barreño y no le besé las manos, sino su mejilla.
-Jajajaj, que cosas tiene Doctora!- Se sonroja.


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miércoles, 3 de noviembre de 2004

PEQUEÑOS DETALLES

Hoy es uno de esos días. Si, si, de esos mismos… En los que todo te sale mal pero por alguna razón te sientes bien. No he podido facturar aun (ya veremos cuando cobro), mi asalto a tarjeta armada este puente ha dejado mis cuentas corrientes en números negros (pero por el luto por los euros caídos en combate), me mancho de café la camisa nueva (una de las asesinas de euros), pierdo el tacón de una bota, se me acaban los líquidos de la reveladora de placas, se le funde la bombilla al otoscopio …
Pero Andrea, una ardilla de 4 añitos hija de mi paciente me trajo un dibujo que hizo sólo para mí. Y me dijo que soy “la más mejor” de sus médicos, por encima de Pablo (su pediatra) que le da gominolas cuando se deja ver la garganta.
Y Sandra empieza a comer, ayer cenó un bocadillo de ternera. Hacía dos meses que sobrevivía a bases de natillas, agua y poco más.
Su tío murió por atragantamiento este verano y ha ido desarrollando una fobia alimentaria. -Poco a poco chiquitina, saldremos de esto , si?- Esa fue mi promesa y su compromiso el ayudarme. Y lo estamos logrando.
Acabé tarde, como siempre. Con mi pensamiento en esa persona que tanto quiero y que lo pasa tan mal estos días. He paseado un poco antes de subir al coche con una sonrisa tonta en la cara. Que sencilla es la vida si uno no se empeña en complicarla.
Tal vez el dibujo de Andrea, o el bocadillo de Sandra; tal vez saber que él también piensa en mi.

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