Como sanitaria, evidentemente estoy a favor de que el tabaco desaparezca y deje de causar dramas personales y familiares. Como persona, me avergüenza mi debilidad frente al tabaco y soy plenamente consciente de mi adicción a la nicotina. Lo he dejado dos veces, una por cuatro años y la segunda por tres. Por supuesto, habrá una tercera que espero sea la definitiva.
Cualquier medida que fomente un cambio hacia hábitos sanos, me parece loable en todos los sentidos.
Pero de ahí a convertir esto en una caza de brujas, hay un buen trecho señores(/as… seamos políticamente correctos).
La cantidad de gilipolleces infumables ( y con esta ley, lo de “infumable” es literal) que he tenido que escuchar estos días es ingente.
Al parecer, los fumadores tenemos la culpa del agujero negro de la sanidad. Las bajas ficticias que la gente se coge cuando está a punto de vencer su contrato en su empresa, y que prolongan tanto como pueden (y de esto doy fe porque soy inspectora médica)… esas no cuentan aun que sumen millones de euros. La cantidad de recetas rojas (de jubilado con financiación cien por cien) que se hacen a la abuelita/o prescribiendo medicación que en realidad se va a tomar el resto de la familia… esas tampoco importan. Os sorprendería lo que he llegado a ver. Un abuelo pidiendo anticonceptivas, por ejemplo. La demanda de pruebas carísimas totalmente innecesarias para la patología del paciente y que se terminan practicando en el ejercicio de una medicina defensiva por miedo a demandas. Vamos que ahora el paciente te pide directamente una resonancia para un esguince, y como no le hagas una radiografía (aun que las partes blandas no salgan en la placa), eres una burra matasanos.
En definitiva, somos la ruina del país (obviemos por un momento que el tabaco tiene uno de los impuestos de lujo más altos).
También se me ha dicho que el cigarrillo es el causante del absentismo laboral y por tanto del menos cabo de la economía. Hasta han hecho números. En una plantilla en la que un cuarto de la misma sea fumadora, se calcula que el tiempo perdido en “echar un piti” equivale a la jornada de dos trabajadores extra. No quiero pensar en cuantas personas sobrarían si los trabajadores no chatearan desde su trabajo, ni hicieran llamadas personales, ni se dedicaran al reenvío de power points melifluos o subidos de tono.
Los “correctos”, ese sector petulante y maleducado (e insisto y subrayo lo de “sector”, ya que son sólo una parte de los no fumadores) se llenan su bocaza de amenazas y sentencias descabelladas. Envalentonados por un seguimiento sistemático por parte de los medios de comunicación, del sufrimiento de los fumadores en carne propia durante los primeros días de la ley.
Pues bien, tu libertad termina donde empieza la mía. Así que seguiré fumando en los sitios permitidos por ley hasta que me de la gana. Y me paso por el forro tu mirada de menosprecio porque al fin y al cabo, nadie es quien para juzgarme.
Por cierto, me lo dejo el 19 de Marzo. Cuando quemen las Fallas yo encenderé mi último cigarro.
Tal vez para entonces, el gobierno decida clausurar los restaurantes Fast Food, porque a la vista de las cifras medias de colesterol y triglicéridos en las analíticas de los españolitos de a pie, son un peligro para la salud pública.
He dicho
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