domingo, 10 de diciembre de 2006

FOX


Le vio en el parque. Risueño, torpón, todo ganas de jugar. Abandonado.

Un niño de unos siete años le había traído comida y el cachorro repartía sus energías entre comer y agradecer el regalo al pequeño.
Esperó a que acabara y entonces dejó que su perro Branco y el travieso vagabundo jugaran un rato. Daba gusto verlos cazarse. Más o menos de la misma edad, los dos perros disfrutaban como si nada más importara en el mundo.
Entonces el joven decidió que si volvía a encontrarse con aquel cachorro, más negro que un tizón, se lo quedaría dándole un hogar. Al fin y al cabo, así llegó Branco a su casa.
Una semana más tarde le vio. Esta vez no había saltos ni lametones. El perro estaba tumbado en un rincón del parque. Apenas podía moverse, lleno de colmillazos y un absceso en el lomo que le daban aspecto de herido de guerra. Tenía la boca llena de espuma y una mirada más allá de la tristeza.
Agonizaba.
No lo pensaron dos veces. El joven y su esposa envolvieron al perro en una manta y le llevaron al veterinario. Allí le drenaron el absceso, le curaron las heridas y le dieron tratamiento. Llevaba días sin beber. La deshidratación y la infección hubieran tardado horas en llevárselo por delante.
Hoy Fox, que así se llama, vive con mi hermana y mi cuñado. Tiene una caseta propia en el garaje llena de juguetes que le encanta destrozar y un compañero de juegos tan trasto como él. En apenas un par de semanas ha engordado tres kilos y sus heridas son un mal recuerdo del pasado. Cuando llegan sus papis, sube a la casa y enreda un rato en su manta con Branco. Como todas las noches, cada uno tiene su yogurt con una buena ración de mimos.
Y lo más importante, cuando sale al parque, sabe que solo va de paseo.



P.D.En cuanto tenga una foto suya os la pongo (el de la imagen no es Fox). Ya veréis que cara de golfillo tiene. Cuando le llevaron la semana pasada al veterinario, preguntaron por la raza. Más que nada por si era un cruce de alguna peligrosa, para saber qué medidas de seguridad debían adoptar. El veterinario respondió sin pensarlo- Es un Nisupu.
Nosotros, que no habíamos oído hablar nunca de esa raza, pusimos cara de ¿lo qué?
Y el veterinario nos lo aclaró inmediatamente.
-Nisupu…ni su puta madre lo sabe- Cuestión zanjada.
Se acercan días de fiesta, regalos… Si vais a sorprender a alguien con una mascota, aseguraros bien de que esa persona es consciente de la responsabilidad que implica hacerse cargo de un ser vivo. Y os pido un favor, sino lo tenéis claro, regalad otra cosa.
Un ser vivo no es un juguete.

Rescatado de mi blog en ya.com