domingo, 10 de septiembre de 2006

MARIETA



María, o Marieta para nosotros, es una niña de ochenta y cinco años. Medio desdentada, me mira desde su cama con los ojos extraviados, y lo mismo me sonríe y me pide un beso que me escupe y me llama filla de puta. Pasa las horas muertas gesticulando con las manos y contando puntos imaginarios como si aun tejiera. Carga en sus huesos de cristal una vida bien perra, llena de trabajo, ingratitud y lágrimas calladas.
Qué dura era mi abuela. Jamás la vi sonreír con alegría hasta que los infartos cerebrales se llevaron sus malos recuerdos y sus fantasmas. Antes de esto, recibía con desconfianza cualquier gesto de cariño, quizás porque siempre debió dar algo a cambio en su juventud. Un marido perverso- mi abuelo- un mal hombre que la convirtió en una rancia amargada. Una familia que abusaba del afecto que María mendigaba para luego darle la patada cuando ya no era útil. Y una hija ingrata- mi tía- que prefirió renegar de ella en vez de ayudarla.
Nadie la quiso salvo mi madre.
Reconozco que de niña era incapaz de sentir cariño por aquella mujer mandona que siempre me hablaba a gritos. Recuerdo las mañanas de verano en el pueblo, conmigo en su regazo, ella me peinaba estirándome el pelo en una cola de caballo hasta hacerme llorar. Estaba bien orgullosa del peinado de sus nietas y presumía de ello cuando iba a la fuente a por agua. Pero a mi me fastidiaban los tirones de pelo y en salir de casa, montaba en mi bici destartalada y me aflojaba la coleta. Más de un repaso con zapatilla cobré por esto.
Veinte años tardó en comprender que una sonrisa se regala porque sí. Que los besos no tienen precio, y que las palabras amables no esconden intención. Durante todo ese tiempo, desde que vino a vivir a nuestra casa, mi abuela se sintió una extraña, un algo a parte de la familia. Me duele pensar que empezó a ser feliz gracias a la locura.
Su enfermedad, que para nosotros es una carga pesada por más que la aceptemos con gusto, es para ella una bendición. No recuerda nada de su vida. Tampoco nos conoce, nos llama a todas con el nombre de mi madre a la que a su vez llama Mare (Madre). Vive en su mundo, sin fantasmas que le ahuyenten la sonrisa. Y poco a poco se va apagando. Cada día su conversación es más incoherente y la rigidez en sus miembros me habla un deterioro neurológico progresivo que consiguió domar a esta mujer de hierro, para bien y para mal.
Hoy convulsionó por la fiebre. Y he sido consciente de que Marieta morirá algún día. No se si por esta neumonía o dentro de mil años, pero un día la perderé y extrañaré esos tirones de pelo que tanta rabia me daban.



25 de Septiembre

Despunta el día con luz transparente
arrancando las sombras a un mundo dormido.
Perezosa la luna se esconde en su lecho,
tálamo de estrellas custodia sus sueños,
sábanas de amores, universo por techo.

Y su aroma, que dulce respira el recuerdo,
quema tus lágrimas en pira de esencia.
Te roza los labios en amago de un beso
borrando lamentos por aciaga ausencia.

Siente su luz bañandote el alma,
desborda tu mirada traspasando fronteras,
cascada de vida que permuta la muerte
en trasiego indoloro a otras esferas.

Liviana como la sonrisa de un ángel,
ella.

sábado, 2 de septiembre de 2006

EL VIEJO Y EL PERRO


Arístides era un viejo rancio con muy mala leche. Llevaba tantos años sin pronunciar palabra que las gentes del lugar llegaron a creer que era mudo. Pero no, Arístides no hablaba simplemente porque no tenía nada que decir. Sus ojos velados habían visto demasiadas cosas que no hubieran querido ver y ahora su boca se cerraba en rebeldía obstinada.
Pasaba días enteros en los vertederos de la ciudad rebuscando entre lo que otros ya no querían. Solía encontrar tesoros revestidos de años de suciedad y mal uso. Tenía esa habilidad; esa que solo tienen los que carecen de casi todo.
Dejó el pequeño baúl sobre el mostrador.
-¿Qué me traes, viejo?- El anticuario miró la pieza con ojo crítico. Estilo castellano, remaches de forja hechos a mano, frontal de madera labrada en fina rejilla. Pagarían una fortuna por él, pero solo una ínfima parte iría a parar a manos del vagabundo.
-Te doy veinte. No creo que saque mucho más de esta basura-
Arístides cogió el dinero. Sin regatear, sin escupirle a la cara la palabra que estallaba en su cerebro; ladrón.
Un mozo de almacén salió corriendo escoba en mano. Delante de él escapaba un perro viejo, escuálido, negro de puro sucio.
-Como te pille, te reviento ¡chucho asqueroso!- Vencido por sus kilos y la fatiga, el mozo había parado su carrera y amenazaba al animal en la distancia.
Entonces Arístides y el perro se miraron, y sucedió algo que escapó a la comprensión de cualquier ojo humano.
Ven- dijo el anciano. Su primera y única palabra fue para aquel ser indefenso, un marginado como él.
Perro y viejo marcharon en silencio, ajenos al resto del mundo, como dos compañeros de camino.



Os recuerdo...Que en el Foro teneis la sección BLOGGEADOS dedicada a la edición de plantillas HTML y CSS (especialmente enfocada a los blogs ya.com). Eso si, paso a paso,como yo he ido aprendiendo.

Rescatado de mi blog en ya.com