domingo, 26 de noviembre de 2006

EL TIEMPO ME LO DIJO


Es domingo por la tarde, no trabajo ni tengo prisas para absolutamente nada. Estoy escuchando hace un buen rato jazz del bueno. Una de esas voces aterciopeladas que acarician sin tocar. Quizás es por eso que sonrío recordando esas ocasiones- muchísimas, demasiadas- en las que me he tomado la vida a la tremenda. No podré vivir sin él, y realmente sentía cómo poco a poco moría por dentro, incapaz de afrontar esa ausencia. O esa otra vez en que siendo un trasto de seis o siete años, me pringué toda de chicle y otras niñas se rieron de mí- bendita infancia, siempre tan cruel en su inocencia. Imaginé veinte mil excusas para que me cambiaran de colegio.
Es curioso como todos esos trances en los que creemos que no vamos a poder echar para delante pierden color y dolor con el tiempo. Vas andando, primero un paso que cuesta un mundo y después los siguientes hasta que, sin saber cómo, ya no pesa tanto el recuerdo.
Reconozco que soy tremendista-sageraita como pocas- capaz de ahogarme en un dedal de agua y sin embargo, miro hacia atrás y me asombra ver en qué mareas he tenido que navegar. Y aquí sigo.
No se bien si a toro pasado, todo parece más fácil de lo que en realidad fue. O bien es que con el bicho delante, te entran los temblores del parto y solo eres capaz de verle los cuernos al animal. Tal vez sea un poco de todo. Pero hoy no importa. Hoy no tengo prisa, hoy sonrío mientras me recuerdo como a una actriz de cine mudo, dramática y sobreactuada, desgarrando un No voy a poder.
Y tanto que si.



P.D.Voy a comprarme dos cds de Madeleine Peyroux, Careless Love y Half The Perfect World. Cuando los tenga, os subiré algunas canciones, pero mientras tanto, no dejéis de escuchar Weary Blues. Pincha sobre esa canción (ve a Media, escoge Careless Love) y piensa en todas esas ocasiones en las que no podías.
Ya ves, pudiste.

Rescatado de mi blog en ya.com

domingo, 19 de noviembre de 2006

CUESTIÓN DE MATICES


Soy de esas personas que utilizan palabras como Hepatoesplenomegalia ¡Oye, y sin atragantarme! Sin embargo, cuando intento decir Propondré me trabo y parece que esté cantando el Porompompero. Peculiar que es una.
También soy capaz de sospechar una tiroiditis asintomática por unas simples arañas vasculares en la espalda. Pero cada mañana, cuando voy a coger el coche, doy varias vueltas al barrio. No lo busco, directamente me lo tropiezo. Recordar dónde aparqué la noche anterior es misión imposible.
Es desesperante, creedme, pero son estas pequeñas cosas las que hacen que me sonría cada día. Hace poco descubrí que me he desvestido de esa adolescencia trasnochada que me tenía incómoda en mi piel. Me he convertido en una mujer madura con un estilo propio que me encanta. Y no se como ha ocurrido aun que tampoco me importa. Simplemente miro a esa loca del espejo y siento un puntito de admiración. No por lo que veo, sino por lo que soy, por el camino recorrido hasta llegar a ser.
Vale, mi vida no es perfecta (ni de coña), yo no lo soy… ni falta que me hace. Entender esto me ha llevado años de sentirme perdida.


PsicoPostDe vez en cuando no está mal un poquito de introspección y dos palmaditas en la espalda. Hace poco una amiga me decía que la vida no es de color rosa. Y si bien es cierto, también lo es que los matices los marcamos nosotros mismo.
Feliz semana



25 de Noviembre
Feliz cumpleaños

miércoles, 15 de noviembre de 2006

CUANDO CUATRO ES DOS MÁS DOS


Y el resto de alternativas no son más que disfraces de una realidad; no le des más vueltas, que la mentira es circular y acabará mareándote.
Qué necia fui.
Rescatado de mi blog en ya.com

domingo, 5 de noviembre de 2006

DIARIOS


No suelo pasear, lo reconozco. Entre semana sueño con perderme por un camino rural, rodeada de silencio y de esa sensación de no hay prisas con olor a café y sábanas calientes. Pero cuando llega el momento, el cansancio mental se transforma en losa que me aplasta las ganas. Luego, la rutina comienza de nuevo y me arrepiento. Así que hoy, tirando más de voluntad que de ánimo, cogí la bicicleta y salí de mí casa, dirección a ninguna parte.
No recuerdo cuanto rodé, supongo que poco, el frío y la falta de costumbre entumecieron pronto mis piernas. Salí del camino y subí por una loma. Allí me encontré con una mujer bien extraña. En realidad cuanto me rodeaba lo era. Una casa de muros de piedra y tejado de paja, con un establo de madera adosado y una cerca para las gallinas. Un mastín viejo me miró desde la entrada, pero las gallinas parecían interesarle más que yo.
La mujer vestía unas ropas curiosas, casi medievales diría. Llevaba una especie de cofia con orejeras que le daba cierta similitud con sus ovejas, una falda larga y andrajosa, y un chal de punto lleno de agujeros y remiendos. Estaba tendiendo en una cuerda sujeta por dos estacas.
-Esta tarde lloverá- Me dijo mirando al cielo de reojo- Pero con un poco de suerte se me secarán las hojas.
Entonces me fijé. No era ropa lo que tendía, sino páginas escritas en una especie de tejido semejante al papiro. Debí poner cara de no entender nada porque la mujer me preguntó- ¿Qué pasa, nunca has lavado un libro?
-No, la verdad- le contesté- ¿para qué lo haces?
-Pues para limpiar lo que está sucio- me respondió como si fuera lo más obvio del mundo- Ya soy vieja. Demasiado vieja.-Miró sus manos nervudas llenas de manchas café con leche
-Ayer leí mis diarios y vi partes de mi vida más negras que el hollín. No he sido una santa ¿sabes? Pero la vida es dura y a veces hay que hacer cosas para defenderse-Me miró desafiante.
-Yo rompí los míos- contesté. No sabía porqué aquella mujer me contaba todo aquello ni qué esperaba que le dijera.
-¿Tan sucia ha sido tu vida?- me preguntó.
-No, no-respondí.- Empecé a escribirlos porque siempre tuve miedo a olvidar quien era, a perderme en el tiempo. Pero al leerlos supe que ya no necesitaba guardarme por escrito, que yo no era unas frases escritas que pudiera borrar o extraviar. Me di cuenta de que yo era mucho más que mi historia. Mi vida era lo que yo decidiera en cada momento. De alguna manera me había llegado a encontrar. Así que los rompí.
La mujer miró las hojas mojadas estrujando con resignación una de ellas.
-Tal vez tengas razón, niña. Somos lo que somos en cada momento.



P.D.Es cierto, hace unos meses rompí mis diarios. Hacía años que no escribía,pero seguía conservándolos. Sentí que ya no me hacían falta. No se explicarlo. No fue un renegar de mi historia, sino todo lo contrario. Mi memoria forma parte de mi y soy su resultado, pero es el presente lo que vivo y el futuro lo que sueño.
Feliz comienzo de semana.

Rescatado de mi blog en ya.com